miércoles, 13 de junio de 2012

“Leer los poemas de Miroslav es como asistir a una degustación de palabras. Son poemas hechos con perfumes y sabores; poemas hechos con amor. ¡Un tambor de homenajes!" Silvia Montenegro

 
Un tambor puede nacer para invocar
a los espíritus y a los dioses
que se alimentan con ofrendas,
con el trigo del amanecer y el maíz del mediodía,
con el café de la tarde y el carbón de la noche.
Todo tambor es más fuerte que el olvido
cuando retumba en lo más vivo del tiempo;
será por eso que resiste derrotas y fracasos.
Entre redoble y redoble
puede estar lleno de preguntas
o vacío de ojos, estrellas y silencios.
Hijo de la noche primitiva,
tambor  amigo de la muerte,
viene marchando milenario
y se come las palabras y los laureles
y se bebe el júbilo y la historia
y con cada rataplán  un tambor es siempre nuevo.

OLGA OROZCO HA VUELTO A SER COMIDA Y DEVORADA 
Primero en canoa por el Río Sagrado de la Lengua
y luego, en caravana por el esófago de América,
Olga te cantan y te llevan bajo la protección de los astros.
La gran cuchara se acerca y en la saliva del ahora,
envuelta en verduras a la crema, has regresado a la mesa de este mundo.
                                                                                                                                                       
Ahora que tu alma pesa menos que una pluma,
alguien mastica tus palabras y se cumple la profecía.
Ceros y números en una olla te calculan,
una grieta en el plato te espera. Es la hora de la comida,
es tiempo de guacamole, no de masticar piedras.
El pan de tus ojos se abre en párpados crocantes
y tu boca se cierra ante un vuelo inesperado:
es el negro pájaro misterio.                                                                                                                                
Atrás quedó tu cuerpo abatido por los cubiertos de acero
y una vez más el árbol de tus huesos
se levanta más fuerte que el viento y los pantanos.                  
Mientras ordenan el sacrificio de otros seres que deben   
salir de este mundo por el agua,
se ofrece una carbonada y un poema patibulario.                                   

Hay algo de Dios que no muere debajo de las cenizas 
lo que hace crepitar versos nuevos en la posada,
palabras que arden atizadas por el soplo de su propia pimienta.                                                                                                                                         
Quemadas ya fueron las calorías y los secretos. Bajan suaves
las palabras del cielo y entre los tenedores está el alimento.                                                                                                                                              
Mas no todo está diez puntos en los valles de esta mesa,
no faltan los granos duros ni las miserables migajas,              
menos faltan con sus ridículas partes crudas
los sumos sacerdotes de la infamia, los que le han robado                             
a los ojos del fuego su mirada interminable.
¿Cómo no va a ser desconocido este menú salvaje si nosotros
somos los comensales y somos el hambre?
Sí, nosotros somos los huéspedes sin desayuno, sin almuerzo
y queremos comer. Pagaremos 
con oscuridad y con sombra la sopa de este silencio.                                                                                      
No lejos de aquí, un maître de hotel se pavonea
con todo el plumaje de su soledad.                                            
También un sommelier que toma la forma de un lagarto  
sirve vino de la casa y desaparece.                      
Una bestia parecida al desamor crece y gruñe, es el anfitrión,
el dueño del comedero que nunca se muere.                            
Son otros los  rugidos del odio, éste viene de un servidor
herido que llama a su madre camarera.                      
Regresa el sumo comensal a su guarida de olvidos                                                                      
donde sueñahasta el fin del mundo.
Olga, ya has sido comida y devorada,
recibe en esta cena la sonrisa y el saludo del abismo.
Cacao y vainilla, papayas y mandarinas perfuman la ceremonia.
Ha llegado el instante más alto del ritual: los talismanes del postre   
y la magnífica sabiduría del chocolate 
que ha pasado por la digestión de toda una historia.
Una inocente música hecha con semillas te vuelve a dar lengua y paladar.  
Ya puedes contemplar con el Sol la marcha de los guerreros.
Ya puedes disfrutar con la Luna el desfile de las antorchas.                                                                                                        


EN EL BAR ALVARO MUTIS

MUTIS POR EL FORO
Limpia un vaso de whisky de todos sus malos pensamientos
y apártate del whisky traidor. 
Acércate despacio a esa barca
que es una botella de ron Medellín añejo,
embárcate con ella.
En tu tierra caliente no te olvides del hielo,
ni de regresar a tu infancia,
cuando te escondías entre las cañas
y un diablo invisible te soplaba el cuerpo.
Después llegarían tus mujeres de mirada fija y paso lento,
como los pasos de Ilona,
la que llega con la lluvia.
Indaga en el murmullo tus empresas de ultramar,
tus naufragios, tus quiebras, tus parientes,
tus ahogados, tus derrotas, tus cobardías,
tus escondidos penas y tus abiertas tribulaciones
Vuelve al vaso
que todavía es vaso,
y junta la transpiración de tu patria 
que se ha hecho licor de café.
Únela con toda la fuerza de tu mente.
Por último, agrega ese breve ruego
del Espíritu Santo del ron
para que te libre de todos los males
y por los siglos de los siglos en un tren.


UN PAR DE RUEGOS DOMÉSTICOS

EN EL CATECISMO DE ADÉLIA PRADO

I
La ambulancia, esa bestia audaz y blanca como Moby Dick,  siempre se demora para que uno sufra y se arrepienta. 
Esta tarde la ballena demora demasiado, otra que se ha hecho cómplice para estar en mi contra.  
Hasta las más pequeñas cosas de la casa están atentas al estrépito de la peligrosa sirena, ruido que vendrá  jugando con el tiempo para entretenerlo. 
Hoy sábado no es un buen día para escuchar frases hechas: “signos vitales”  “los parámetros de pulso y presión”, “perdida de conocimiento”, “terapia intensiva”, etc.           
Antes de que me digan algo más, asumo la culpa y me hago responsable, ya no tienen sentido los eufemismos para nombrar a ese espacio donde manda la  muerte o su antesala.
Sin mirar la hora en ningún reloj, ya que hasta los relojes escuchan, me acerco y le digo en voz baja: “Amor, tenemos que hacer planes,  nos espera el mar, el remolino de las olas, la espuma…”

Prendo un incienso, pongo a trabajar el sahumerio y empiezo con las promesas imposibles: No miraré más televisión, amaré a mis vecinos, lavaré toda la ropa a mano, regalaré todo lo que no uso a los pobres, no diré malas palabras…y las digo.  
Insulto a los técnicos del conocimiento que aún no han llegado en su siniestro carruaje, son los cirujanos que tendrán la última palabra acerca de la salud de mi lavarropa que agoniza.

II 
Ya todo el mundo lo sabe, el mejor amigo del hombre es el perro; y su mejor amiga, la bicicleta.
Tu bicicleta sólo te pide amor y sólo se lo puedes dar si cuidas la salud del mundo en que vives.
No la busques y menos las busques perfecta, ella es la que te buscará y te encontrará.
No la llenes de horribles baratijas, tu amiga debe ir liviana como la fragancia de la menta.
No la prestes, es tu enamorada.Límpiala como de costumbre y jamás te abandonará para irse con otro.
Cántale, de vez en cuando, cántale. El mejor regalo que le puedes hacer es un timbre. 
Que duerma bajo techo y ella sabrá como protegerte. 
No le regales estrellas, regálale sólo una luz.
No importa cual sea tu idioma, mas debes tener presente que ella funcionará mejor si incluyes en tu lenguaje estos vocablos: Buenos días, por favor, muchas gracias.
Respeta sus días íntimos, nunca te olvides de que es mujer y madre. 
No la dejes sola, es tímida; será por eso que todos los niños la quieren.
 La  bicicleta es tu medicina y tu terapia. 
Y al contrario de lo que dijeron los griegos, desconócete a ti mismo y sigue pedaleando.


DE JUAN RULFO NADIE HA OLVIDADO

LAS FOTOGRAFÌAS DEL PATIO DE ATRÁS

Construcciones nativas y supersticiones españolas;
la pared da la cara en un balcón
y el suelo está gastado por el narcotráfico.
En el frente dos bancos inamovibles, atrevidos y sagrados.
El portón central conduce al otro mundo.
Afuera ha quedado el llano  en llamas,
patio de atrás de América.                                                                                                                               Rejas negras callan las ventanas,
alguien nos mira y no lo vemos.
Nunca hubo tanto silencio. El sol es despiadado.

Plantaciones primitivas y plagas civilizadoras
sobre el árido terreno plantado de maguey;
la planta habla por sus espinas.

Verde, sueño, tequila y una vida suculenta,
mañana será cordel para amarrar la injusticia con la miseria.

El ahora, con muchos brazos, los quiere ver dormidos,
para que no sueñen el mundo que viene.
Hoy florecen los murciélagos.

Montañas de nubes en el cielo
el agave se cultiva para los muertos.
Se duerme lo verde, fermenta el sueño en una tinaja
y el pulque será destilado por los ángeles del infierno.
Una mujer curtida por la luz tiene su boca clausurada.
La tierra piensa, digiere la vida, olvida el amor,
cree en el cielo y espera la lluvia.Murallas
más viejas que las aves rapaces viven de la carroña.
Ruinas y devastaciones evangelizadoras,
Entre los adobes de la pared ondulante un final se esconde.
Los ladrillos dividen el espacio, 
de un lado queda el pasado, y del otro, el olvido. 
Monumentos de piedra más altos que la envidia escuchan lo que dice el tiempo.
Cactus o cardones y Dios ausente.
El humo, el patio y el basural.
La esquina inamovible en su letrero,
la calle del Correo Mayor, el gentío de siempre, una feria,
dos mujeres arrodilladas y postergadas, venden chiles.
Una escalera, ropa colgada en el aire caliente,
un niño multiplicado en varios niños juega a la guerra,
a la salida de una iglesia, hay más nilos y luego, otra iglesia.
Hacen falta juguetes y sobra una cruz.
Los instrumentos musicales de una banda,
las canciones de una revolución,
un sombrero grande y una guitarra enorme como la muerte.                                                                                                               
A la sombra de un álamo, generosas mesas con flores.
Los preparativos de una gran boda local.
Es el casamiento de una modelo con un futbolista.
El pueblo ha dejado de ser un pueblo fantasma,
han vuelto los recuerdos, los bailes, las pistolas y las balas.
Sentado en el suelo
un oscuro habitante inseguro está cansado.

Tal vez ese hombre ya no se acuerde que fue Pedro Páramo.
A David Rieff


CÓMO IMPLORAR  POR TRES POETAS BRASILEÑOS

Y OTROS MÁS,  CON UNA SOLA PLEGARIA 

Habrá que dejar que el día comience con los pájaros,  que los niños y los ancianos de las tribus de la selva digan su Oración Amazónica, que los árboles escriban para la tierra, que los ríos lean el cielo y que la jungla descifre las piedras y las manchas de las piedras como siempre lo han hecho.
Habrá que caminar toda la tarde, como lo hace la esperanza.
Habrá que golpear puerta por puerta, con avidez de más puertas.
Habrá que madrugar pueblo por pueblo, desayunar escuela por escuela, libro por libro, lápiz por lápiz y campana por campana.
Habrá que poner el corazón en la corteza de un árbol como los hacen los enamorados cuando se quedan solos en el mundo.
Habrá que vivir toda la vida, carta por carta, hoja por hoja, palabra por palabra, letra por letras, hasta volver a escuchar que después de esta vida hay otra vida, en una letra, en una palabra, en una hoja y en una carta.
Habrá que rezar para que el día comience otra vez con otros amaneceres, con otros pájaros, con otras alas y con otro aire.
Habrá que repartir los sueños y habrá que subir la lluvia.
Habrá que dejar que el amor se haga pan y que el agua, una vez a la semana, se transforme en vino.
Habrá que creer en el fuego y no en las cenizas.
Habrá que cantar toda la noche hasta que se vuelva todo alondra.



LAS MIRADAS COMESTIBLES DE GABRIELA MISTRAL

El ahumado dolor del Pequeño ciervo de  Frida Khalo se parece al dolor grande de Gabriela. Flechas, símbolos y fatalidades han herido por todos lados al delicado animal, ciervo cara de pintora y en los ojos de  Frida, el tiempo que nos mira. 

         El tiempo de la Mistral mueve y cocina Las Danzas del tiempo de Carlos Mérida. El lejano origen, grandes manos, los colores más fuertes, oscuro telar de la huerta. Adentro viven los que nacieron amerindios, los que fueron primeros comensales de esta tierra.

         Y como quien pela cebollas, se le nublaban los ojos con las elegías a nuestros indios de América,  “mis inditos”.Sus otros personajes caerían después como pétalos de canciones de cuna, como frutas de almanaques que se hacen agua en la boca.

         Madre, óleo de oliva de  Carlos Montenegro, arquetipo de la madre de poetas, la madre que en su vientre lleva a otra.
         Jorge Arche Silva, paterno pintor cubano le pinta el padre en aquel Autorretrato, que hasta ayer circulaba en un sello postal,  estampilla paternal para enviar cada una de sus palomas mensajeras; cada línea, cada curva, pudo ser  el comienzo de un ángel o de una carta; cada círculo, un plato servido.
         Gourmet de la pintura hondureña, Pablo Zelaya Sierra, con Dos muchachas, le pinta sus hermanas, aquellas que no tuvo, pero que recibió de la tierra.
         Cándido Bidó, además de  pájaros domingueros, flores dominicanas y el amarillo sol del domingo, le deja para su mesa o para su altar, El florero azul de la aldea.
         En Costa Rica, Tomás Povedano  le cocina  una Casa campesina, hecha de tablas y de Gabrielas Mistrales que son ventanas, son nopales fructificados en tunas, espinosas tunas que Lucila siendo niña iba a buscar bien temprano antes de que se despertaran las espinas.
         Figari le prepara y le cocina un Patio.
         Para saborear la inmortalidad de la poeta chilena, no ha de faltar el  hijo pródigo de los Incas que pinte a franjas el violeta y el naranja de su ropa nueva. Enrique Polanco, guardará su ropa vieja en un Domingo en el parque y para no quedarse corto, también le pintará la Sastrería.
         Los pálidos cerros de su natal Valle de Elqui ahora tienen el color Fiesta de San Juan de  Cándido Portinari, quien le ofrece el sabor de la sombra: Café; y detrás del cafetal están los ojos que leen en la borra la literatura del cielo y de la tierra.
         Arriba de la alacena, desde donde nos habla el orégano, el ají molido y el comino, está Mamani Mamani, y su  arte fragante pintado en las Llamas que tienen la lana virgen de la historia.
         Más abajo, cerca del comino, Ricardo Yrarrázaval con su Figura en la calle, está Gabriela que se ha encontrado.
         La cocina es antigua y económica. Al costado del carbón, sólo hay Hombres trabajando; están en un puerto negro de humo. La Boca y los barcos donde Benito Quinquela Martín pinta el movimiento y las cenizas del Riachuelo.
         La gastronomía es la tierra y encima de la línea del Ecuador, están Las Manos de Oswaldo Guayasamín, manos que ya no quieren tocar la blanca sal con la cual la vida prepara su salmuera. Pero esas manos saladas de Guayasamín no están vacías, Las manos de la Ternura le han traído a Gabriela una muñeca, es la Muñeca de Armando Reverón.
         Pensar que nuestros niños están pintados, desde los más delgados como Juanito Laguna,  que alimentó Antonio Berni, hasta los más gordos como Pedrito, que con sus lápices dibuja, amasa y sigue amasando Botero.
         Niños para Gabriela Mistral también fueron los colores vegetales y después fueron hombres los niños-colores de Siqueiros, de Orozco y de Rivera. Paradojas de tamaños descomunales, en la tierra prometida, murales-comida para los  hambrientos ojos de nuestro pueblo.


ENVUELTA EN SIGLOS

DE  ALGAS, MARISCOS Y CARACOLAS,

ALFONSINA STORNI ES UNA PAELLA

Envuelta en siglos de algas, mariscos y caracolas, Alfonsina Storni es una paella cocinada en ceremonia para ser servida contra la injusticia y el desprecio de los comensales de su tiempo.

         No vienen del olvido las tres cucharadas de aceite de oliva, sino que regresan de praderas y palabras, homenaje a las pequeñas rosas de La inquietud del rosal.

         Está la cebolla grande a punto de ser desvestida y alguien tiene puesta la mascarilla; es un poeta. Es un cocinero más, es un alma que en bajamar se vuelve lector de Mascarilla y trébol, y luego, vuelve a su cuaderno de cocina y a su testamento.

         Ya están cosechados los dientes de ajo que fueron regados por un  Mundo de siete pozos.  El pimiento verde es todo puerto y ya es  nave de rebeldía. El pimiento rojo es bandera de mar peligroso.
         Los calamares se atrevieron a las dormidas aguas azules y filosas de témpanos humanos y traidores. Detrás del cristal del catalejo, alguien dio la orden de echar las redes que luego arrastraron y subieron a las barcas.
         Los tomates que ya conocían a capitanes y poetas, vieron por primera vez un ojo de buey a lado del ojo de un salvavidas.
         El vino blanco pudo cantar por última vez a la luz de la luna y también, por última vez, organizó el motín de la tripulación. Sublevado hasta el ayudante de cocina, el capitán enloquecido se declaró El amo del mundo.
         Los granos de arroz ya no fueron débiles y decidieron poner su mirada rumbo a otros confines, hacia donde todavía queda un resto de alucinación y paraíso.
         El caldo de pescado nutrió toda la arboladura del velero. Con proteínas y coraje, pudo sostener el velamen del  palo mayor, del trinquete y la mesana.
         Hebras de azafrán se agrandaron ante los vientos de la muerte y le pusieron rostro fiero a la tempestad  y a los remolinos de la envidia.
         Mejillones ofrendaron sus vidas, pero antes se vistieron de Ocre. De cada mejillón salió una arenga póstuma y salina que se disolvió por los mares. Unas cuantas almejas no volvieron a ver el sol ni los delfines.
         Los camarones no tuvieron tiempo ni para una melodía y quedaron atrapados en el espejo de una Languidez  Era el mediodía en el cristal del firmamento que reflejaba el mar que se había tomado todo el cielo del Señor.
         Las vieiras y los berberechos se despidieron de los  remolcadores  y  de los faros, pero sabedores de la inmortalidad del alma, no se dejaron intimidar por los oscuros pronósticos de la tarde.
         Los langostinos, que estaban enterados de los gustos exquisitos del amor y de la muerte, también supieron El dulce daño.El perejil,  Irremediablemente,  fue mascarón de proa y supo  abrir, mejor que muchos otros,  el aire del mar. El ají molido, viajero de las alturas,  a fuerza de alcatraces y gaviotas, se hizo música de océano. La sal fue la única que preguntó por el ancla. Las velas le respondieron con la voz del viento, que es también  El Dios de los pájaros.
         El limón sólo guardó silencio. Las estrellas del mar y las estrellas del cielo, con limón y silencio, dijeron  Poemas de amor.



AMADO NERVO: ¿EN PAZ? 

 ¿VIDA, NADA ME DEBES?  ¿VIDA, ESTAMOS EN PAZ?

Amado Nervo, da vuelta la página. En los mendrugos de un oscuro cielo estrellado está la basura del ocaso, los pobres arcángeles de la tristeza nos quemamos en el horno y estamos desnutridos. ¿Cómo pedirle a la celestial caridad que deje de repartir los dones de la miseria? Los que manejan los números y las esperanzas hablan de una distribución de limosnas y tristezas; otros, en estado de soplo, inflan los milagros  de la globalización. No hay nada que bendecir, ni el globo ni el alfiler, ahora que se  ha globalizado todo, menos el Humanismo. Ahora que tenemos trabajos injustos, leyes fallidas e inmerecidas penas, todos somos anónimos y sin caras ni rostros, luchamos en el Vía Crucis de los caminos. Tenemos represión, palos, golpes, balas, míseros hospitales, cárceles inmundas y cementerios bien cuidados.

         Iluminados por la beatitud de las enfermedades, ¿podemos extraer miel de todas estas cosas? ¿Plantar rosales para cosechar rosas?  Rosas para quién, si primero está la salud que no tenemos. ¿Lozanías sin escuelas y sin educación?  ¿Inviernos sin justicia, sin techo, sin pan, sin abrigo? Es verdad, hubo un mayo francés. Por ahora, no hablemos de otro mayo o de mayos eternos. Si alguien duda, que lea los diarios. Nos debemos alimentos espirituales, materiales y remedios. Sobrevivimos y nos debemos todo.Perdón Amado Nervo, pero es el hambre, es la guerra, es el miedo.


CON UNA OLLA COMO TAMBOR

Ceremonia de invocación de Octavio Paz en un lugar de Mixcóac

Tutu tu    TUM,    tutu tu    TUM,     tutu tu    TUM…

Los redobles de olla entran en el viento que hace flamear al sarape que lleva dibujado un libro.



         No es un libro cualquiera, está teñido con sangre.

         La olla, tapizada de golpes, está golpeada  por un fémur.  

         El humo de las antorchas se confunde con la niebla y sólo es real el viento que cada tanto pasa y se lleva el humo y la niebla.



         Vacío de puertas y tan viejo como las piedras, el aposento está lleno de miradas y de símbolos. Una mano levanta el vaso de pulque y se nombran animales y semillas, el árbol del murmullo va creciendo hasta que el borde de la olla lo detiene. El maestro del ritual pronuncia los días de un manuscrito, días que repite en lengua náhuatl. Una garza  y un águila vuelan escribiendo signos en el aire (“En la región más transparente del aire”). 
            De una caña sale música,  alguien reta a unos monos que se han asustado con la presencia de un jaguar. Vuelve la calma y el maestro prosigue nombrado a las estrellas que brillan como las hojas de sílice. Los dioses de la fertilidad también son llamados y las manos levantan unas plumas de quetzal que cortan el aire con delicadas ausencias.
Tutu tu    TUM,    tutu tu    TUM,     tutu tu    TUM…
         Ha llegado una mujer que trae en su hombro desnudo una salamandra que luego se esconde. Se pide por la tierra y por  la lluvia. Al lado de un cántaro roto se despierta un cántaro nuevo.Sólo falta dar el último paso para llegar hasta el misterio. La concurrencia lentamente susurra el nombre del poeta:  Oc   ta   vio   Paz…  Oc  ta   vio   Paz…  Oc   ta  vio    Paz…
         Como si fueran pájaros desconocidos, las llamas de la antorchas quieren volar con el viento. La respiración de la jornada ha invocado su nombre y el alma del poeta se hace presente. Joven y luminosa, aparece la luna y entra. En ese resplandor las voces agradecen las palabras, las monedas, los saludos y con cada gesto del ritual, al azar se abre uno de los libros de Octavio Paz.
         El anciano maestro cubre su cabeza con el sarape y lee. La concurrencia que ha lucido en sus vestidos joyas de turquesas, prepara sus paladares para el guacamole, tacos y margaritas. Se retiran las ollas y los cántaros, sólo quedan los ojos, las antorchas y las manos del viento.
         La ceremonia de la luz ha triunfado sobre los maleficios de la sombra gracias al fuego de la noche. Una vez más la muerte ha sido digerida.



JOSÉ MARTÍ,  UN CAFÉ  LITERARIO

DONDE  SE  TOMA  EL  CAFÉ  DEL  EXILIO

Entonces tomarás el café del exilio, te servirán  un café lleno de palabras, pero sin nada de patria.



         Este café no viene solo, te lo servirán con algunas confituras alternativas: vivir y luchar o dejar de vivir y de luchar, disyuntiva que te hará pensar, mientras el café se abre y se enfría. Junto al café te servirán un pequeño vaso con el agua fresca de la frontera, la que calma tu destierro.

         Así también te ofrecerán café con la crema de la crema para disimular todos los errores pasados. Quedan a tu disposición los miserables equipajes donde llevas consigo tu pueblo, tu ciudad, tu país y toda tu vida.

         El tibio café del exilio con sabor a miedo y soledad está cargado de sombras, persecuciones y melancolías que se hunden agarradas de los garfios de las embestidas y los zarpazos.

         Puedes agregarle la piel de un limón o de una naranja, el ron que quieras, pero no te preguntes:



–Por qué te sacaron la montaña con el ciervo herido si tu formabas parte de la montaña.



–Por qué te alejaron del mar si lo más importante de tu respiración estaba al lado del mar.

         En cada lugar tendrán un licor distinto para emborrachar el café de tu cuerpo y de tu alma, manos expertas en el engaño intentarán con mil recetas que caigas en la trampa del olvido.
         ¿Qué refugiado no almorzó sólo un café con leche y a la noche cenó sólo pan y otro café con leche?  
         Hay quienes recolectan cualquier tipo semilla  y la someten a un proceso de tostado y luego, la muelen para servir la falsedad de este mundo en un pocillo de cafetería.
          Algo similar al falso café, suele pasar con la literatura y con muchas otras cosas que nos da la vida.
         Café con filosofía, lo que te quema del destierro; café con nostalgia, lo que te liquida del exilio, así te lo sirvan en bandeja, en tazas de porcelana de Sèvres y con cucharita de plata.
         El verdadero café te habla en tu casa o en el bar o en el café cerca de tu casa. Es el que te extraña cuando te ausentas y en tu memoria su aroma va contigo. Café sin preguntas, por más que no te hayas despedido. Desde tu casa, el café seguirá en tu corazón desmantelado,  se quedará sufriendo tu hambre, tu frío. Se termina si estás muerto, si estás vivo no se termina.
         Pasan meses de café, años de café,  hasta que un día el café te da por desaparecido. En ese instante y  lejos de tu tierra, tu paisaje es un paisaje que se muere en el campo de exterminio, en una mina de cal abandonada, en la fosa común,  en el terreno baldío donde pululan los chillidos, en pantanos infectados de cómplices y silencios,  en madrigueras bajo la demolición de la muerte, en la morgue de los acantilados donde los muertos se llaman  N. N.  
         Poeta, ese es tu café, el que en te hace fuerte cuando te están matando o cuando todo se derrumba.



HACE TIEMPO QUE EL SEÑOR OLIVERIO GIRONDO

SÓLO SE ALIMENTA DE FLORES



Hace tiempo que el señor Oliverio Girondo sólo se alimenta de flores. Las prefiere de colores diversos, menos las de color amarillo, color que le cae mal al hígado.



El señor Girondo sólo bebe agua energizada, la que el mismo prepara según su mágica costumbre:

         

Agua energizada, rito y consagración: En una noche estrellada y sin luna, ofrecer al cielo una fuente con agua de lluvia. Dejar caer en la fuente una piedra limpia y una herradura más limpia todavía. Antes del alba y en el momento de guardar el agua,  rezar la  Plegaria de la Energía:



Plegaria de la Energía

El agua que voy a guardar

y que tomaré de la mano de la sed,

antes de ser bebida, que primero tome la sed del Universo.
Agua de uno hecha para la sed de todos,
agua gracias a las leyes naturales de la física,
de la química y de la Perfecta Simetría:

Leyes de la Perfecta Simetría
Nuestro Universo es posible porque es visible
y somos el reflejo de un espejo, es el otro Universo,
el que no es imposible y a la vez, invisible.
¿En cuál de los dos estaremos?
Por ahora sólo sabemos que a la luz de una molécula de agua,
hay otra simétricamente igual escondida
en la negra sombra que está detrás del espejo. 
Por la perfecta simetría todas las cosas del mundo
son  reflejadas infinitamente y lo infinito,
por las mismas Leyes de la Simetría Perfecta, es eterno. 


Hace tiempo que el señor Oliverio Girondo sólo vive de su eterno descanso, aunque todo el tiempo no dejan de ofrecerle otras reencarnaciones y resurrecciones que son rechazadas por el señor Girondo con la cortesía de un odontólogo. El escritor Oliverio Girondo ya no está para redactar las esperanzas efímeras de esa literatura fantástica que vienen a ser los horóscopos; superchería de ocasión.
                                                                                                                
         El anfitrión Oliverio Girondo tampoco desea ejercer su  profesión de amigo de todos los escritores, tarea que le ha encargado a su esposa, a la hermana de su esposa y a la esposa de su hermano, que él no quiere llamar cuñada sino Gloria.  El filántropo Oliverio Girondo ha donado la seriedad de sus títeres y tampoco quiere  enredos con  marionetas y menos aún, solventar funciones con el tema del Eterno Retorno. Para que otros comprendan su metáfora, el ha mandado a confeccionar un espantapájaros de dimensiones desconocidas en el campo y en la ciudad.
         Hace tiempo que el señor Oliverio Girondo sólo duerme en cátedras, academias, congresos y sociedades de escritores. En esos ámbitos, propicios para manzanas, gusanos y mariposas, el señor Girondo no sueña. Para soñar, el paciente Oliverio Girondo tiene el teatro.
         Ya está en el escenario, ya se han prendido las luces seguidoras. Es Oliverio y también, es un marinero en “La Tempestad”. Pronto será un sirviente en “Los dos hidalgos de Verona”; paje en “Las alegres comadres de Windsor”; ciudadano en “Medida por medida”; cortesano en “La comedia de los errores”; mensajero en “Muchos ruido y pocas nueces”; carpintero en “Sueños de una noche de verano”; oficial de justicia en “El mercader de Venecia”; pastor de ovejas en “Como gustéis”; huésped en “La fierecilla domada”; labriego y patán en “Los cuentos de invierno”; Felipe el bastardo en “Rey Juan”; Lord Berkeley en “Ricardo II”; Conde de Oxford en “Ricardo III”; Duque de Buckingham en “Enrique VIII”; Escalus, príncipe de Verona en “Romeo y Julieta”;  será Angus en “Macbeth” y será Marco Bruto en “Julio César”. Será Polonio para dar consejos y no Laertes que los recibe en Hamlet”. Después de muchos rostros, el paciente Girondo u Oliverio Homo Ludens,  conseguirá protagonizar “Otelo” y será el Moro de Venecia. Su señora, Norah Lange, esta muy asustada.
         El señor Oliverio últimamente se está alimentando sólo de las flores que hay en las obras  de William Shakespeare, a quien llama respetuosamente Willy. Después de cada función, sale a comer rosas, violetas, prímulas, narcisos, caléndulas, lirios, etc. Al señor Oliverio Girondo todas las flores de Shakespeare le vienen bien, inclusive las del abominable color amarillo.





CUANDO CÉSAR VALLEJO

 FUE  AMAUTA  EN  MACHU PICCHU 

Machu Picchu año mil quinientos cincuenta y tres.



Machu Picchu despierto, solemne y habitado. La mañana es termal en las alturas, entre la sinfónica neblina llega el chasqui con un verbo que viene desde Cuzco.

         Bajan por los escalones de la pulida piedra del tambo, un curaca y su séquito; entran en un granero dorado y preguntan por ornamentos.

         Alguien ha llegado por el mar ¿Será el señor de la profecía, el que camina por las aguas? Hasta la chacra llega el verbo que pregunta ¿Será nuestro señor Viracocha?

        Ahora la leyenda coincide con la realidad; cocha es el agua, la de los ríos y la del mar. La vida sueña junto al maíz detrás de las pirkas. Escondida entre las piedras, una iguana ordena su tiempo y duerme.                                     

         Llamas y alpacas entregan señora lana que será tejida para la Colla, compañera del Inca.

         El secreto del chasqui llega hasta un sabio que en sus vidas futuras será sacerdote y será poeta. Por otro lado suben elegidas, educadas y vestidas con anacus hasta los tobillos, las vírgenes del Sol.

         En un cuarto suspendido en el espacio y el silencio cuelga charqui, la carne salina de las llamas, que después será charquicán abrazado a  las verduras nuevas, junto a las papas que tienen el sabor de las nubes y con el maíz que tiene el sabor del sol.

         Un nido de tambores anuncia la presencia del Inca, a sus plantas se rinden el atleta cansado. Es el chasque con su mensaje para el sabio, el amauta, quien ha de interpretar lo que viene amarrado en el quipu.

         Los nudos se van desatando, el Inca escucha la verdad desplegada en palabras y colores: “Dioses blancos han llegado por el mar” Algo distinto y desconocido corre por los recintos, incas orejones repiten el mensaje con distintas entonaciones.

         Los tambores se alejan, las palabras también. Por unos instantes el cielo se ha oscurecido, un pájaro canta cerca del agua; un puma ruge detrás de un árbol. Al chasqui lo restauran con una porción de caliente cochayuyo. El mensajero se saca el penacho y se lo presta al viento  para que juegue con sus plumas blancas; también descansa su pututu que ha silbado demasiado.

         El amauta es solicitado desde distintos ámbitos y sin decir nada, enseña el quipu y sigue. Quisiera sacar conclusiones con alegría en su rostro, pero el espejo de su alma dice lo contrario.
         Al amauta lo  respetan y lo convidan con charquicán,  chicha de maíz  y  se alejan.
         Hacia el fondo de la quebrada, medicina en cuarto cerrado, la preparación de un parto. Entre montañas de nubarrones por fin aparece de nuevo el sol. Llora un recién nacido.
          Salen rojas las cusmas que habían entrado blancas. En un frío estanque, una madre baña a su hijo en su primer día en el Imperio.
         Una alfarera modela hijos de arcilla que luego silbarán con el agua.
         Por una senda que tiene música, camina el haravicu y celebra los antepasados con el no-silencio; quipus no amarran con los recuerdos a ningún soberano malo; para los malos el olvido.
         Cerca de la energía del fuego, un chamán pasa sus manos por el cuerpo de un enfermo para sacarle los hechizos de su estómago que está lleno de miradas malas y de cascajos.
         Entre yerbas perfumadas y con la magia de dioses invisibles, otras manos construyen  terrazas para la vida y surcos para el riego.  Artífices de las piedras avanzan con las murallas de la ciudad sagrada y pura como el cielo.

         La lluvia limpia las escalinatas, el viento con un himno las eleva.
         Los que cultivan la chacra sonríen entre plantas de coca, ajíes y tomates. Enormes piedras deben ser partidas con la ayuda del agua y de los truenos.
         En lo alto de una pesada roca que fue amiga de lo más fino del aire y de las águilas profundas, un mitayo toca la quena para que otro cante: en el Imperio del Inca no hay ningún inca ladrón y ningún inca desocupado.

Glosario del vocabulario quechua empleado en este poema

Amauta  (hamawt’a), sabio anciano, consejero y formador de líderes en el Imperio de los Incas.
Chasqui (Chaskiq), el que recibe, receptor, mensajero.
Tambo (tampu), parador, paraje, resguardo.
Curac o curaca, el primero o el mayor entre los de su agrupación; jefe administrativo.
Chacra, granja y huerta.
Viracocha (Wiraqucha), uno de los  más destacados dioses andinos cuyo nombre proviene de la fusión de dos vocablos, wira (voz que designa a la grasa, figura de la energía) y  qucha (contenedor de agua, elemento del ciclo vital).
Pirka, pared de piedras que contenía en la pendiente a los terraplenes de los cultivos, o en el llano, separaba a las llamas y alpacas en distintos rebaños.
Colla (kolla), hermana o señora. Para pactar alianzas de paz  con naciones sometidas, los Incas tenían predilección por las princesas del Collasuyo, el mayor de los territorios del Imperio que abarcaba desde el Sur del Cuzco hasta el río Maule (Chile) y al Oriente, toda la meseta andina  del altiplano, incluyendo el lago Titicaca donde estaba su centro neurálgico (Bolivia), hasta la provincia de Santiago del Estero (Argentina).
Anacus, plural de anacu, vestimenta femenina tejida de lana de llama, alpaca o vicuña, falda.
Charqui o charque, carne seca que se ha conservado mediante la deshidratación natural más el agregado de sal que actúa de manera antiséptica. De la cocción del charqui con verduras resulta el charquicán, milenario plato de nuestra gastronomía latinoamericana.
Quipu (Khipu), nudo.  Utensilio formado por una cuerda gruesa de la que penden otras más delgadas de distintos tamaños y colores y provistas de nudos, usado con fines aritméticos y mnemotécnicos.
Cochayuyo  (cocha: mar; yuyo: hierba), nutritiva alga marina de alto valor proteico que aún mata el hambre en las zonas costera de nuestros países andinos.
Pututo, instrumento de viento confeccionado con una caracola que le servía al chasqui para anunciar a los cuatro vientos su llegada.
Haravicu, poeta, trovador y trasmisor de sentimientos líricos.
Cusmas,  plural  de cusma (cushma), paño o chal de lana que servía de rebozo para las madres con el cual también formaban una mochila o morral llamado quipe, para llevar  a sus hijos pequeños sobre la espalda. Como paño, la cusma era usada en los partos.
Mitayo, trabajador por tiempo o por espacio, proveniente de naciones sometidas, principalmente de la nación Aymara. Expertos en construcciones pétreas  y creadores naturales de bellas melodías. 

 AMELIA BIAGIONI CANTA CONSAGRACIÓN,
PAMPA, ALJIBE Y  PRIMAVERA 

Amelia Biagioni  canta consagración,  pampa,  aljibe y    primavera. Canta mangrullo, molino quieto en las alturas, estandarte, torre y escalera hacia el ayer. Por favor, baja del coraje y suspende todo temor.  Sólo para tu boca un ángel se hizo agua. Mueve la roldada y el  aljibe con la cadena canta  el  balde y la  llanura murmura cielo y zorzal.
         Vuelve al tiempo hecho materia y sube del árbol al perfume, donde está la montaña, el verano y el laurel que también fue tu corona y condimento.Ya estás en la sombra del caldén o ñandubay, algo se mueve entre las ramas, no es el amor. Ojos, sigilo, son las rallas del tigre. Imprevisible, estás en pradera, espacio de flora, umbral de lluvia, camino de  fauna. No le temas al río, ya eres el río.
         Un oscuro pescador  te espera con su caña. También te puede apunta una cazadora que puede tener tu cara, tus ojos y tu alma. Un cochero te ofrece  una historia de repúblicas que se hunden en el fango.
         Suelta la risa, nunca será tarde para encender faroles con un palo, decir la hora y  anunciar el tiempo. Por el empedrado hacia la plaza,  repican los cascos y las ruedas, sedientas y vacilantes, se bambolean buscando el final de una calle larga  donde está el poema de la patria. En el carro del lechero hay litros de sueño blanco. ¿De qué te puede hablar el baqueano contigo?  ¿De los atajos de los cenáculos? ¿De las trampas de la fama?  ¿Y el domador?  ¿Del miedo vencido? ¿De la mala suerte? ¿Del jinete con el corazón en la boca?
         Vamos…que ni aparezca el guitarrero que te quiera medir los versos escritos en un poncho tejido con la trama de la vida, bandera en la canción, abrazo y cordillera. En cadahebra de lana hay un suspiro para el frío, la soledad y  la esperanza. Las Amelias y las Magnolias decidieron quedarse, a pesar de las sequías, de los infiernos, de las plagas, de las inundaciones, de los fraudes,  las indiferencias y los límites alambrados de ilusiones.
         Querida, aquí está el aguatero con el jugo del cielo para tu mirada pura y fresca. Aquí está el rastreador que ha dado contigo cuando estabas perdida. Tenías razón,  no era el Aqueronte, era el Río de la Plata. Nadie te va a mostrar lo que ha quedado de la comarca, los galpones están llenos de incertidumbres y los cuatreros ya no trafican ganado ajeno porque han descendido a los sepulcros.Hagamos un alto en la vasija y entremos en la pulpería: balanza, payador, cueros, porrones de ginebra y una guitarra que se renueva con las más antiguas preguntas.
         Ya lo sabes,  oirás lo que nadie oye y volverás al desconsuelo cantando bajito detrás del sueño largo de América del Sur. Con la voz en la pluma no abandonarás la celebración del encuentro donde se maneja sobre el fuego el agua que no debe hervir. Volverás a oír que unas manos juntan el agua caliente con un todo de yerba mate y una callada amistad.  Ya están ordenados tus libros en ambrosía y manjar del cielo, poeta con vocación de crepúsculo para abarcar el mundo en un solo silencio: el que permite cantar el verde perfume del pasto recién cortado o el olor del volcán en la ceniza.
         Porque imaginabas el Diluvio, en tu nombre se ha puesto a llover para sigas esperando en  las cacerías,  en la llave,   en el humo. Pasarán los años y tu perfil será medalla, tendrás la luna en otras manos y tu pelo será jazmín. 
         Sos la que duele, la que calma, la que sana; manzanilla, lavanda y menta. Menta tranquila y provinciana que ama y que perfuma. Verde Amelia desconocida como Dios y como la muerte.

ENTRE ORACIONES Y CAMPANAS

NICOLÁS GUILLÉN  VA  EN  PROCESIÓN 
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Cansado de la rumba, el moreno José que ya no canta, avanza como puede entre los peregrinos y sigue empujando el humo dulce de su barco manisero. Se mueve la cofradía de la fragua, el conventillo de los clavos y los hermanos de la madera. Desfilan las floristas con sus baldes, las peluqueras de provincia con sus tijeras y las capitalinas doncellas del jabón con delantal y con espuma. El sepulturero se desplaza como uno más, sin la vanidad de los panteones que conocen la pompa de los funerales, que saben del desamparo, del desconsuelo y del olvido posterior.

         Un caudal de profesores y maestros se despliega con sus premisas, mapamundis, tiza, pizarrón y la gramática de la historia al compás de un redoble de tambores.

         Las solteronas mueven las piernas a su merced, más el dictamen de sus medias impecables. Matronas y parteras del perjurio entran en la ronda pregonando pecados y hablando de precios y no lejos de ellas, con magia, oraciones, hierbas y remedios, van los secretos de las curanderas.   

         Saludan a los vecinos los panaderos del alba, los barrenderos de la mañana, los carniceros del mediodía, los zapateros de la tarde y los cantineros de la noche. Se acrecienta  el tumulto con herreros y vidrieros que saben de puertas y ventanas en penitencia.

          Deambulan los comedidos de siempre, los vendedores ambulantes y los albañiles que discuten las doctrinas y las canciones universales junto a los deudores de los  príncipes de la usura.

         Calladas acuden las planchadoras con cautela y las dueñas de la sacristía que visten santos, pero que no se juntan con vagabundos, pordioseros de oficio y mendigos de profesión. También dicen presente las silenciosas enfermeras que ejercen los primeros auxilios para el alma. Circula la diligencia con los carteros y los poetas; ahí van los Martín, los Roldán, los Guillén.

         No pueden estar ausentes las damas de la noche, las que tienen potestad para ser sinceras, aunque después engendren hijos para el insulto. Y todavía faltan los inválidos, los mestizos casi muertos que vienen encadenados desde los asilos, el regimiento de los mutilados y el batallón de los desnutridos que portan un estandarte hechos con piel humana.   

         Queda rezagada una muchedumbre de impedidos que no les importa la vergüenza. Aún falta que pase la costurera que se sacó el pan de la boca para poder hacer la bandera de la patria. Es la negra María, la que ha vestido a la virgen y ha vestido a las novias y después a sus hijos. Es la que sigue viuda, la que sigue pobre y sigue rezando el Padrenuestro con vieja su máquina de coser. Si señoras y señores, es cubana, pero sigue rezando su Padrenuestro con su vieja máquina de coser.


ALEJANDRA  PIZARNIK
 Y UNA VISIÓN  DEL MUNDO DESDE UNA ALCANTARILLA

Alejandra Pizarnik no tiene por qué pedir perdón por haber vivido en Alejandra Pizarnik. Tampoco por lo que bebe la Condesa sangrienta con sus tímidas y educadas manos asesinas o por el tercer ojo o por ser una de las  mujeres sabias de Molière que no se ha quedado ciega.

         Alejandra  deambula por las tuberías del subsuelo y se aprende los recodos de los desagües,  sabe cuales son  las rejillas que discriminan las urgencias y los asombros, cuales deben correr o cuales merecen la quietud de las aguas servidas de la bohemia. Se alegra de los aguaceros que limpian y purgan las mentiras y las ausencias en caños y cañerías que van a desembocar en las consecuencias de los recuerdos que en la noche subterránea se pliega a las canciones de los grillos y a las peleas de las sombras y a las peleas de las sombras dibujadas como sombras chinas en turbulencia y melancolía.

         Una fauna de roedores toma posesión de los perfumes del desprecio, de las carcajadas del odio y los castigos que corren debajo de la ciudad, donde las hojas del Otoño y los borradores destruidos se amontonan y se atragantan con la lluvia. El alma propia en carne ajena navega hasta que se ahoga cada vez que la castigada ciudad se inunda de dolor.

         El Más Allá del otro mundo está disimuladamente cerca, va por debajo de calles y avenidas.  Arriba, en los jardines que se han trastornados con el viento,  en los solitarios bancos de una plaza que han perdido la razón, en los faroles del silencio, la poesía es una amiga cotidiana. Hojas de diarios se han vuelto gorriones que discuten y cantan y se multiplican con las palabras. De nada sirve que los árboles escriban en otoño o que muestren sus raíces en invierno;  es inútil el placer en la miseria.

         El amor hace propaganda, se ríe del engaño y de las equivocaciones de Cupido. Una  joven enferma se ha curado con el poder de varias obras de teatro que juegan con el infinito. Ya no es una mendiga sanguinaria; ahora es noble y es nueva. Es digna, majestuosa y solitaria y está vestida con el miedo del ser humano. Es Tartufo y entra en las panaderías, compra y no paga. En el mercado, cuando no interpreta a una de las Preciosas ridículas,  elige las mejores frutas que su boca aprueba o rechaza; sueño cumplido de todo misántropo.

Para dormir entra en los conventos con la plena seguridad de ser virgen o de ser santa. Como tantas otras, también puede ser Liseta, la doncella de Leonor en La Escuela de los Maridos.

         Para tener un alto almuerzo en un alto restaurante, primero entra por teléfono, hace la reserva y luego, saborea los mejores platos bajo el nombre de Georgette de La Escuela de las Mujeres. Elige la mejor peluquería, los llama y les lleva su cabellera. Dice ser Elisa, hija de Arpagón  y amante de Valerio de El Avaro.                                                                                              

         Harta de andrajos y remiendos, avanza en alguna casa de Alta Ternura y ordena las prendas  que requiere su desamor y se las lleva dejando una dirección falsa. Al fin y al cabo, es Madame Jourdain, la de El burgués gentilhombre, título que pronuncia con la lengua de la Alta Costura: Le Bourgeois Gentilhomme.

         Para desayunar va muy temprano a los hospitales a interpretar a Toinette, la criada de Argan de El enfermo imaginario. El doctor que la atiende, como remedio le ha inventado un ropaje blanco; la ha vestido de fantasma. La policía está a la espera, ya ha preparado el pianito para las huellas digitales y las esposas. El juez que ha ordenado su captura, tiene a mano el expediente y los códigos del escándalo. Billetes que todavía no están maduros han pasado de una mano a otra. Monedas de un vil metal  brillan en los ojos de quienes ejercen la prensa amarilla y están al acecho.  Ahí viene Alejandra caminando por el medio de la avenida. Los fotógrafos se esconden y dejan que avance un poco más. De pronto se ha detenido, con una cuña de metal abre una tapa de hierro y se les escapa; ya ha expiado su culpa de ser poeta. Ahora que no duerme ni pide perdón,  desde la  alcantarilla, Alejandra Pizarnik ya  puede tener una visión del mundo.




PABLO NERUDA SE PONE A COCINAR

Aquí en el sur de nuestro voluptuoso continente, donde aprendió abrir los libros y las ostras, Neruda prepara Curanto, comida ancestral. Mapuches cavan en el negro suelo un pozo de trueno que tapizan con piedras volcánicas ardientes para que reciban los frutos del mar y de la tierra. Todo se cocina durante la noche hambrienta hasta que canta el gallo, el sol se ríe y se destapa el oceánico  manjar que alcanzará para todos los poetas de Chile empezando por Pablo de Rokha y terminando por los Parra.

         Neruda hecho un cóndor, cruza una vez más la cordillera. Llega a la pampa y vuelve a ser Neruda, en lugar de Caldillo de congrio, se propone una Carbonada. Entonces, la dibuja y sus manos juegan a los dados con papas, zanahorias y zapallos. Corta los mosaicos de  carne vacuna y oligárquica. Su olfato pide hierbas; sus ojos, la cebolla.  Un  alambre lírico sostiene  la olla sobre el ojo del fuego. El viento pampero va y viene con las décimas de Fierro que pasan por una guitarra. El poeta vuela. El  gran pájaro vuela y sigue. Al otro lado del río de la Plata, quiere Chivitos uruguayos y se encuentra en la ribera con sus comensales. Sabat Escarty ya es un sueño de libros y canciones universitarias.                                                                                                

         Pablo sube los ríos y sube por la historia. En Asunción ha de comulgar Sopa paraguaya bendecida, lo hará en el mismo plato cotidiano que Roa Bastos usó para masticar  “Yo el Supremo”.

         El Chaco impenetrable lo camina, pasa por sus vísceras, lo transporta y lo lanza a Santa Cruz de la Sierra, donde prueba el Majau de pato que por el arroz le evoca una paella. La máquina de los días y las noches lo lleva hasta Oruro, su boca recibe la Quínoa, alimento incaico. En Oruro participa de una diablada y viaja a Iquique con sus máscaras y sus plumas. Se acuesta  en la arena. En el puerto se sube a un barco de carga donde consigue un camarote. Entre las cortinas de la niebla, aparece en El Callao. Alguien canta a Chabuca y lo despierta. Se alimenta con Ají de gallina y hace el amor y vija. Busca en las mesas de Guayaquil el Ceviche postergado en Lima. Entra en estado de “Huasipungo”.

         Se gana un viaje a Bogotá, allí donde todos escriben. Una modesta familia colombiana lo reconoce y lo invita a su casa. En la mesa sencilla le ofrecen Bandeja Paisa y Arepas. El poeta delira. Después llega a Panamá y sólo hay comida imperialista. Le cuesta conseguir Tamales. Entonces, huye. En Costa Rica lo celebran con un Arroz a la Tico, donde el pollo está perfumado con todas las hierbas del Paraíso.  En El Salvador un mago cocinero le enseña la magia de las Pupusas y los secretos del comal. En Haití, estudia el Chictay y toma el poder en una sartén con arenques, echadotes y chiles.  Brinda con ron Barbancourt, lee  “Bon Dieu rit” de Edris Saint-Amand y se escapa del vudú.

         Para sobremorir el poeta descansa otra vez como marinero. Navega y avanza. Llega a Santo Domingo, cena y regala la apología de ese puré de plátanos que es el Mangú. En Managua, aprende la confección de Nacatamales y después de varios almuerzos, llega a Honduras y devora enamorado las Montucas. Los granos pisados de los elotes  en su memoria son las Humitas. Escribe la Oda al achiote (que es casi la misma Oda a la chiltoma con algunas variantes gramáticas y políticas).

         En Guatemala lo espera Miguel Ángel Asturias que le enseñará a cocinar Gallo en chicha. Comen, beben, insultan y cantan. En México es homenajeado por Alfonso Reyes con Guajolote en mole poblano. Comienzan a brindar por amigos y enemigos comunes. A los postres ya está hablando en francés y ha pensado en siete mujeres, en seis libros, en dos o tres religiones y en un solo partido político. Como el fantasma de Trotsky lo persigue, se enoja y se toma el avión. Por una invitación oficial de los venezolanos, llega a Caracas para defender un Pabellón criollo y sus correspondientes Arepas. Paga las atenciones recibidas con eso que los franceses llaman “pierrade”. Es decir, se pone a cocinar sobre una piedra muy caliente los alimentos de un cántico: Poema Infinito. De una forma alarmante este canto se parece a Piedra Infinita del mendocino Jorge Enrique Ramponi.

         En Brasil, luego de varios días de ayuno, de baños de mar y de estrellas, le entrega su estómago a una Feijoada digna de Jorge Amado. En San Salvador de Bahía de Todos los Santos los hechiceros lo limpian y lo sanan.   Viaja a La Habana y lo invitan con Moros y cristianos. Recibe un llamado de José Martí  y por fin, regresa al cielo donde el único alimento es el maná. 




VICENTE HUIDOBRO, EL QUE VA

EN UN BEEFSTEAK A LO POBRE. 

Vicente Huidobro el que va en un beefsteak a lo pobre, plato vencedor de la  muerte. Detrás viene el caldo en la sopera y cucharón en mano el cocinero. Estamos en la sacristía de tu cocina y somos parte de  los diezmos,  de las tocatas, de las fugas, de la amistad de servilletas con manteles y del trabajo de hornallas y campanas con chimeneas.

      Las especias son como jazmines en el aire y como la rosa de los vientos, saludan con respiraciones de ollas y vasijas de barro. Es América morena la que se alimenta del poeta visionario de las luciérnagas del bosque, de las papas nocturnas  y de los amanecidos frutos del mar que servirán de aperitivo. Una pluma vicentina embebida en los vinos del Huidobro  canta el aria de la cebolla dorada en manteca que acompañará al nido de papas fritas. En el plato refulge la emoción del ajo y la sonrisa del perejil esparcido sobre el bife que mira a través de los ojos perfectos de dos huevos fritos.  Comensal de la inteligencia, nunca dejes de ser una rara tristeza afilada por la chaira de la ironía.

     ¿Hay algo más vivo que un canasto para salir a comprar nuestras letras curtidas con sal de lápidas y herrumbres de amarguras? Tuya es  la lengua que ya no prueba ranas ni caracoles, sólo bifes a lo pobre. Tuyo, el negro paladar que saborea epitafios y aforismos. Es tu Pueblo el que te almuerza.